La Asistencia Social tuvo sus principios en la Filantropía pero desde que se descubrió que la simple compasión humana tiene serias limitaciones sin la ayuda del conocimiento de las causas que producen los problemas sociales o de la habilidad para tratar a las personas, día a día se ha venido incrementando la necesidad de la formación profesional para el Trabajo Social.

El 23 de abril de 1966, la «Asociación para el Trabajo Social», Asociación Civil sin fines de lucro, con personería jurídica Nº 5751/66, otorgada por el Superior Gobierno de la provincia de Buenos Aires, crea la «Escuela Superior de Servicio Social» no sólo para permitir la continuidad de los estudios iniciados por alumnos en la ex Universidad de Chivilcoy, sino como respuesta a la falta de profesionales en Trabajo Social en el interior de la provincia.

Su surgimiento en la década del 60, casi conjuntamente con el movimiento profesional dominado «La Reconceptualización del Trabajo Social», que gestó en el seno del sistema profesional una actitud y planteo crítico con respecto al modelo de enseñanza, a los contenidos, al perfil e incumbencias asignados al Trabajador Social y a su función en el contexto político y social imperantes en ese entonces le permitió incorporar los nuevos marcos referenciales teóricos y metodológicos, explicitar compromiso social y político, generar una postura crítica a los modelos curriculares y a la dinámica de la formación profesional del perfil tecnocrático existentes y superar la visión caritativa de las intervenciones. Esto, sumado a la calidad educativa brindada por prestigiosos docentes provenientes de importantes centros de formación de la Capital Federal, lograron extender su prestigio en un importante sector de la provincia convirtiéndola en una de las principales formadoras de profesionales en Trabajo Social.

La necesidad de emitir títulos con validez oficial para que sus egresados pudiera insertarse en el campo laboral, tanto del ámbito oficial como en el de las organizaciones de la sociedad civil, llevaron a la «Asociación para el Trabajo Social» a gestionar la incorporación a la enseñanza oficial ante la Superintendencia Nacional de la Enseñanza Privada (ex S.N.E.P.) quien lo hace mediante Resolución Nº 512/70, asignándosele la característica «B-678» y por resoluciones anteriores da validez a todos los estudios cursados con anterioridad en el establecimiento. A partir del año 1994 con la transferencia de los servicios educativos del ámbito nacional al provincial, pasa a depender técnica, económica y administrativamente de la Dirección Provincial de Educación de Gestión Privada, de la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires e identificada con la característica «DIPREGEP.4170».

Desde su inicio formó parte de la «Asociación Argentina de Escuelas de Servicio Social» hasta la transformación de ésta en «Federación Argentina de Unidades Académicas de Trabajo Social», logrando durante los períodos 2004 – 2005 y 2006 – 2007 integrar la Comisión Directiva de la misma ocupando uno de los dos cargos de vocales titulares junto a la Universidad Nacional de Luján, situación que le permitió formar parte como miembro activo de la Comisión de Reforma Curricular de la carrera de Trabajo Social del Consejo General de Educación de la Provincia en representación de la FAUATS, lográndose la aprobación del mismo mediante Resolución 1666/06 que tiende a la formación de profesionales especializados para la atención de los problemas sociales agudizados por el complicado panorama nacional y provincial.

Actualmente se observa un incremento en el interés de los estudiantes por la carrera de Trabajo Social que se inclinan por la asistencia a sectores necesitados. El idealismo de los jóvenes se refugia a menudo en sus opciones profesionales. En los últimos años, la carrera de Trabajo Social registra un aumento continuo y sostenido de su matrícula en la mayoría de las unidades académicas de país, particularmente en aquellas a las que absorben estudiantes que provienen de zonas más desfavorecidas, porque les brindan las posibilidades de intervenir directamente en situaciones de pobreza, marginalidad, violencia familiar, enfermedades y desempleo, a la vez que les permite un contacto con la realidad y una salida laboral prometedora al incluir prácticas de campo casi desde el comienzo de la carrera. Tradicionalmente las mujeres constituyeron la mayoría del estudiantado, situación que se revierte en la actualidad con el aumento de la población masculina.